La Capilla Sixtina gay que se resiste a desaparecer en Cuba

Oscurece en La Habana y la noche se presta para lo que sea, en particular por los alrededores de una fortaleza abandonada frente a la costa, que se ha convertido en un castillo del placer.
Unos se muestran, otros se ocultan entre los muros. Pasadas las 8 pm, las ruinas, toda decadencia arquitectónica, se vuelve motel.
La Batería No. 1, ubicada en el actual municipio de La Habana del Este, es el refugio de decenas o cientos de pájaros para el sexo y la tertulia.
La fortificación, construida en el siglo XIX, parece un templo. Está llena de grafitis con referencias sexuales. Es la Capilla Sixtina del sexo gay.

Desde el pasado año, un proyecto que reúne al gobierno de La Habana del Este, el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña, la empresa Servicios Comunales, el Centro de Desarrollo Local y Comunitario y la Oficina del Historiador de la Ciudad, planifica convertir en museo este santuario LGBTIQ+.

Llegamos en silencio, al estilo del resto de las personas que frecuentan la fortaleza abandonada. A unos pocos pasos, se ve el resplandor de los edificios del reparto Camilo Cienfuegos.
Nada más cruzar los límites del fuerte, vimos a los inquilinos. Avanzamos hacia la explanada. Del interior de la fortaleza salieron a mirarnos. Dejaron ver la mitad de sus cuerpos.

Uno de ellos nos siguió con la vista y luego con el paso. Era un pájaro canoso, vestido de azul. Sopló una excusa.
―Ay, disculpen, los confundí con unos amigos que estoy esperando.
Por los alrededores desfilaban más hombres. Dos entraron directamente a bajarse los pantalones.
Los códigos que usan, son amigos del silencio. Las miradas y el contoneo aprobarán o descartarán las posibles «presas».

Antonio Quevedo Herrera, un funcionario de la Oficina del Historiador de La Habana, dijo a Cubadebate que esto de rescatar la batería no es un proyecto reciente. Ya venía de la época en que Eusebio Leal se encontraba al frente de la institución.
Insistió en que, en este caso, «no hay que pensar nada nuevo» porque «todo está investigado, tanto por la arqueología como por los historiadores, los arquitectos, inversionistas, restauradores».
El castillo LGBTIQ+ se resiste a la ocupación ajena. Después de la «limpieza» que hicieron las autoridades para alistar el futuro museo, la batería apareció llena de grafitis. En este caso, con sentido político. Cubadebate lo denunció como «actos de vandalismo».

Nadie se cree que tantos expertos comprendan el verdadero significado de la batería. Es, entre tantas cosas, una galería de arte popular. Guarda múltiples sentidos entre sus muros, tanto eróticos como poéticos.
«Soy señorito», dice uno de los letreros en los muros del castillo. Debajo hay otro que dice, sencillamente, «hazme mujer».
No falta la crónica de eventos ocurridos aquí: «Me robaste las chancletas». Ni las declaraciones de amor: «Xavier y Ricardo». Y un cierre magnífico, con toda la grandeza de quien estima sus propias virtudes: «El mejor culo de este lugar lo tengo yo».

