«Socialismo Sí, Represión No»: ¿Qué significa el inesperado cartel que apareció en una protesta realizada en La Habana?


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Leonardo Romero Negrín (Foto: María Lucía Expósito)

Leonardo Romero Negrín es nadie. No existe. Más allá de su familia, solo lo conocen en su círculo de amistades y reducidos grupos de aficionados a la política, opositores y agentes de la Seguridad del Estado.

Ahora mismo su nombre sigue siendo desconocido para el lector promedio. Pero si decimos que Negrín es el muchacho del cartel «Socialismo Sí, Represión No», entonces sabrán de quién estamos hablando.   

La detención de Negrín impactó a un sector de la sociedad que no se siente identificado, incluso no cree, en la huelga de Luis Manuel Otero Alcántara. Por otra parte, la participación de este estudiante universitario en una pequeña manifestación convocada por el Movimiento San Isidro (MSI) el pasado 30 de abril, ha sido cuestionada por una parte de las izquierdas no oficiales. Lo entienden como un hecho que benefició directamente a las derechas cubanas.

Lo cierto es que, en cuanto Negrín apareció en escena, trataron de capitalizarlo varios sectores políticos que pretendían retomar las protestas no generadas por la huelga de hambre y sed de Alcántara.

La decepción en un sector de la oposición que esperaba manifestaciones callejeras o mínimo un 27 de noviembre, llegó al punto de hacer correr el rumor de una falsa muerte de Alcántara.

Por tanto, el acto de Negrín, su detención y un posible proceso legal, se abrió como una posibilidad, no solo de mantener la efervescencia política creada por la huelga de Alcántara, sino, para ir más lejos: expandirla a un sector de la sociedad que no se había movilizado por el MSI.   

Sin embargo, pese al evidente descontento en la izquierda no oficial, principalmente entre los jóvenes, no hubo ninguna convocatoria para realizar presión social en las calles. El activismo solidario se limitó a las redes sociales, cartas abiertas y declaraciones aisladas. Finalmente, como siempre sucede con cualquier efecto propagandístico, Negrín terminó olvidado.

Después de algunos días detenido, no se sabe si el estudiante será procesado. No ha ofrecido ninguna declaración a los medios interesados en su caso. Se esfumó.

«Hace falta que la izquierda cubana convoque a una manifestación»

La publicación digital cubana Comunistas realizó la semana pasada una encuesta, replicada por La Trinchera en su canal de Telegram, donde lanzaba al público la siguiente pregunta: «¿Asistiría usted a una manifestación pacífica convocada por la izquierda cubana pidiendo una Ley de Medios (fin de la censura)?».

Tras los primeros minutos de aplicado el sondeo, los resultados mostraron que alrededor de la mitad de los encuestados se mostraba a favor de participar en la manifestación, mientras la otra mitad, alegando diversos motivos, declaraba no asistir.

Finalmente, durante las primeras 24 horas de la publicación, el 59% de los encuestados optó por participar en la manifestación. De ellos, el 15% lo haría bajo el lema «Socialismo y Libertad», en tanto que un 37% votó por la opción «hace falta que la izquierda cubana convoque a una manifestación», donde no se especificaba consigna. Otro 7% también respondía positivamente a la pregunta, pero «con una consigna que no haga mención al socialismo». 

Leonardo Romero Negrín alza un cartel a favor del socialismo en medio de una protesta convocada por el Movimiento San Isidro en La Habana (Foto: Fotograma de una transmisión en directo por Facebook)

Entre quienes declararon no asistir, un 7% (la opción que tuvo menos aprobación, empatada con quienes pedían no llevar consigna socialista) alegó que «no iría, pues sería apoyar a la contrarrevolución».

Es interesante ver cómo los extremos quedan reducidos a los últimos puestos. Es decir, quienes descartaron la opción socialista y quienes entendieron la marcha como dar apoyo a la «contrarrevolución», tuvieron un escaso porcentaje, lo que habla de una izquierda dispuesta al diálogo.  

La opción que predominó entre quienes no asistirían («No iría porque terminaría siendo capitalizada y manipulada por la contrarrevolución»), obtuvo en la encuesta el segundo lugar de aprobación con un 26%.

Esta variante difiere de la que entiende a la manifestación como un apoyo a la «contrarrevolución», pues ve la protesta como un acto de izquierdas, o de centro, pero que terminaría siendo manipulada por la derecha, como no pocos creen que sucedió con el 27 de noviembre.

Un aspecto muy interesante del sondeo es, contrario a lo esperado, que solo el 10% alegó no ir a una manifestación por temor a perder el trabajo. Esta variable, que por la fuerte represión que existe, debió alcanzar un mayor porcentaje, tiene dos causas, ambas relacionadas con la extracción social de los encuestados. Como se ha dicho anteriormente, el público lector tanto de La Trinchera como de Comunistas, es un grupo heterogéneo mayoritariamente joven y en este caso la edad influye en la toma de decisiones.

Una persona de 50 años, por lo general, tiende a desarrollar un pensamiento más conservador, debido a que carga con responsabilidades como mantener una familia. En cambio, el estudiantado universitario depende de sus padres y no tiene a su cargo menores de edad. Esto es una constante en la composición etaria de las manifestaciones, más en un caso como el de Cuba, donde la mayor parte de las veces una protesta implica ser procesado.

El otro motivo por el que la opción «Temo perder mi trabajo» fue una de las menos votadas, se debió a que un importante sector no guarda un vínculo directo con el Estado. Trabaja en el sector autoempleado o de la economía privada.

Otra vez la compleja y nueva sociedad civil

Cuando un ciudadano reduce sus vínculos con las estructuras estatales, el Estado pierde capacidad de ejercer control político sobre sus decisiones políticas. Una persona contratada exclusivamente en el sector no estatal, ya sea en el autoempleado, cooperativo o privado, tiene mayor posibilidad de ejercer prácticas políticas ajenas al control directo del Estado, e incluso, realizar actividades o expresar opiniones enfrentadas al gobierno.   

La burguesía, la clase social que agrupa a los propietarios de los negocios privados, por dar una definición vulgar y deformada, tarde o temprano termina siendo de derechas: es algo intrínseco a su conciencia de clase y demostrado a lo largo de la historia. Erróneamente, la dirección del país ha aplicado esa lógica a la sociedad civil que nace como resultado de la expansión de esta clase social.

El gobierno cubano tiende a ver en la nueva sociedad civil un enemigo político y no un actor político con el cual interactuar natural y hasta beneficiosamente.

Una interacción política natural entre el Estado y la sociedad civil siempre sirve como factor de legitimación del gobierno. Esto es algo que el Estado burgués ha comprendido e instrumentalizado perfectamente: desarrollar políticas de asimilación de la sociedad civil es mucho más beneficioso que enfrentar a la sociedad civil.

Si nuestros dirigentes se percataran de esto y lo llevaran a cabo, el Instituto de Artivismo Hannah Arendt, por ejemplo, no pasaría de ser otro proyecto comunitario. La revista El Toque, a su vez, sería como el Somos Jóvenes de la intelectualidad crítica.

Esta es la importancia de entender qué es la burguesía, su impacto en la sociedad civil y el papel fundamental de la sociedad civil en el nuevo escenario político.

Estamos viviendo, principalmente en La Habana, un desenvolvimiento natural e indetenible de una sociedad civil que es el resultado de la expansión de la economía privada, o sea, de la burguesía. Es un fenómeno sociopolítico ya vivido en la Francia del siglo XVIII.

Leonardo Romero Negrín (Foto: María Lucía Expósito)

En tanto el gobierno no entienda que es imposible «extinguir» esta nueva sociedad civil, pues es un fruto de las propias reformas económicas emprendidas por el Partido Comunista de Cuba, seguirá asistiendo a continuas crisis políticas.

El mejor ejemplo de cómo el gobierno saldría beneficiado por la asimilación de la sociedad civil, sería la aplicación de una nueva ley de asociaciones, donde se regularían los permisos para manifestarse en los espacios públicos. De esta manera, un ínfimo grupo de diez personas no terminarían generando un clima de tensión política, como el vivido el viernes 30 de abril en Obispo y Aguacate. Leonardo Romero Negrín seguiría sin existir.    

Pero si grave es que el gobierno persiga a un importante sector de la sociedad civil, viendo en ella a la «subversión», peor será que el gobierno enfrente a un sector de la sociedad civil asumida de izquierdas.

Hasta el momento, el duelo entre la censura y los medios de la izquierda no oficial, no ha sobrepasado el escenario de las redes sociales y el patetismo mediocre de las «superclarias».

En el peor de los casos, han sido graves amenazas que finalmente no llegan a tomar cuerpo, salvo el reciente hostigamiento a Julio César Guanche, la persecución a Articulación Plebeya o la expulsión de René Fidel González y Julio Fernández Estrada de sus respectivas universidades.

So pena de graves conflictos, todos evitables, el gobierno cubano debe aprender a interactuar con una sociedad civil cada vez más compleja y con una izquierda no oficial cada vez más irreverente. El caso del muchacho de los carteles «Socialismo Sí, Represión No» es apenas la punta de un iceberg sumergido bajo La Habana.

Antonio Guerra

Antonio Guerra

Un socialista de La Habana

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