Las razones del éxodo de deportistas cuban@s

Han vuelto las viejas excusas para justificar la decadente actuación deportiva de la Isla.
El recién estrenado presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, responsabilizó en julio pasado “al imperialismo” por las fallas del sistema deportivo de la Isla. Las grietas del sistema, más el cebo del deporte profesional y los contratos millonarios, en Estados Unidos o Singapur, han mantenido y elevado las deserciones en seis décadas de “deporte revolucionario”.
Culpar a la subversión para alejar la vista de casa fue una vieja estrategia que popularizó Fidel Castro y que ahora retoma el nuevo mandatario. Raúl Castro, en cambio, había obviado el tema, al menos públicamente. De hecho, el General anuló la costumbre “sagrada” que tenía Fidel de ir al aeropuerto para recibir a las delegaciones deportivas.
Cuba también vivió al amparo de la Unión Soviética en el desarrollo deportivo, y durante un tiempo le funcionó el padrinazgo. El clímax sobrevino cuando la Isla alcanzó el quinto lugar por naciones en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, con 14 títulos. Hasta Fidel partió a la Ciudad Condal, y saludó desde el palco mientras desfilaba a la delegación caribeña.
Pero las condiciones económicas luego del derrumbe del bloque socialista, las restricciones del sistema para las contrataciones individuales en clubes extranjeros y el estancamiento de los métodos de entrenamiento, provocaron una fuga ilimitada de talentos, ya sea de atletas o entrenadores.
Sin embargo, Díaz-Canel insiste en que el desprestigio y la falta de compromiso de los atletas que se fugan no es culpa propia.
Nadie niega que la llegada de Fidel Castro al poder benefició al país con “la masificación del deporte”. Un concepto que expandía la práctica deportiva a los sitios más recónditos de la geografía cubana, y convidaba al alto rendimiento a “cualquier hijo de vecino”.
Antes de 1959, Cuba había obtenido medallas en solo dos disciplinas olímpicas. Luego del triunfo revolucionario alcanzó triunfos en 15 deportes. Y, aunque todavía la Isla puede ufanarse de algunas individualidades, el deporte cubano está en franco declive: en 2018 se perdió el título centroamericano en baloncesto femenino, sostenido por Cuba desde 1970. En Barranquilla, el béisbol también cedió su cetro a Puerto Rico y, para completar, el equipo cubano cayó al quinto puesto en la Copa Mundial de Béisbol Sub-15, hace apenas un par de semanas. Hoy ningún equipo de pelota de la Isla alcanza planos estelares.
Explota la burbuja
En julio de 2015 la prensa deportiva mundial publicó la noticia de una fuga masiva de atletas cubanos que participaban en los Panamericanos de Toronto, Canadá. Las primeras deserciones afectaron a los equipos de canotaje y remo, cuyos integrantes aprovecharon la cercanía de sus instalaciones de competencia a la frontera estadounidense.
El equipo de hockey sobre césped, por ejemplo, terminó compitiendo con ocho jugadores, de los once requeridos. Ninguno de los atletas que desertaron en esa ocasión compite hoy por ninguna federación extranjera. Los directivos del Instituto Nacional de Deporte y Recreación (Inder) no pudieron resolver la situación económica de los atletas en Cuba ni les permitieron obrar por su cuenta mediante contrataciones foráneas. Sin opciones, los deportistas prefirieron echar por la borda su futuro deportivo.
Ivar Sisniega, vicepresidente de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa), se pronunció a raíz de la deserción masiva: “Como organización, no es algo que nos agrade. Es un tema individual y no hay mucho que podamos hacer. Nos solidarizamos con Cuba pero es una decisión individual”. El directivo panamericano, entre la hojarasca, encontró una salida decente: cada persona decide, por derecho, adónde se va.
Como es usual, la dirigencia cubana ripostó. Ahogados por las fugas —que comienzan en la base de la pirámide deportiva (varios atletas de 15 a 18 años se incluyen en la lista de deserciones)— decidieron abrir a medias las puertas del profesionalismo a sus atletas, bajo sus condiciones.
Gracias a ese nivel de apertura, ahora el toletero granmense Alfredo Despaigne gana cerca de 16 millones de dólares repartidos en tres temporadas en la Liga Profesional del Béisbol Japonés, y el Inder recibe un por ciento generoso. Despaigne no es el único, pero sí es la inversión más exitosa de este experimento. No obstante, el presidente Díaz-Canel no lo pensó dos veces para asegurar que el deporte es una “mercancía” donde “se compran y se venden los deportistas”.
La política cubana para la contratación de atletas se dio a conocer en septiembre de 2013, y según Jorge Pérez, presidente de la Comisión de Salud y Deporte de la Asamblea Nacional, hasta diciembre de 2017 la Isla había conseguido insertar 128 atletas en clubes extranjeros. En una matemática rápida, serían 32 deportistas contratados por año, si se suman todas las disciplinas. La cifra habla tanto de la ineficiencia del Inder que el propio Pérez reconoció que “las personas en vez de contratarse a través de una institución cubana se han querido ir por su cuenta”.
La fuga no tiene para cuando parar, si bien la última salida de un atleta se produjo a inicios de julio de 2018. El doble campeón olímpico de boxeo Robeisy Ramírez se “extravió” durante entrenamientos en México, después que las autoridades deportivas de la Isla le “garantizaran” un premio mensual de más de 500 CUC (casi 400 USD) por sus medallas olímpicas en Londres 2012 y Río 2016. Según parece, tampoco resultó suficiente: los atletas cubanos se miran en el espejo de sus rivales, quienes muchas veces tienen menos condiciones, pero reciben mayores ganancias.
Béisbol: La política de estimulaciones en divisas tampoco generó los resultados esperados. En 2017, nada más los peloteros de la selección provincial de Sancti Spíritus acumulaban ocho meses de retraso en sus pagos. (Foto: Tomada de Flickr).
El boxeo, el béisbol y el atletismo encabezan la lista de deportes con más deserciones. Antes que Robeisy, este año también se “despidió” otro púgil mundialista, Yoandri Argilagos. Por su lado, en Estados Unidos triunfan a medias en el boxeo profesional campeones cubanos como Erislandy Lara y Guillermo Rigondeaux.
En los Juegos Olímpicos de Río 2016 más de 20 atletas cubanos compitieron bajo las banderas de once países. Todos habían partido en la cúspide de sus carreras a otros sitios donde recibían mejor remuneración. En Brasil consiguieron seis medallas. Seis preseas que Cuba no pudo agenciarse.
Cuando la política migratoria cubana era más restrictiva, una de las más frecuentes vías de escape eran las competiciones en el exterior. Sin embargo, con la actualización de las leyes migratorias cubanas, en 2013, se puso de moda solicitar la baja del equipo y salir en calidad de turista a países de tradición beisbolera como México, República Dominicana o Panamá.
En ese punto había tres opciones: firmar con alguna franquicia de Grandes Ligas, conseguir contrato con alguna novena local o regresar a Cuba. En un principio los directivos del béisbol se negaban a incorporar a estos atletas a las nóminas de sus provincias, pero la baja calidad del torneo nacional les obligó a aceptarlos.
El desinterés por el deporte ha crecido tanto que los campeonatos nacionales, de béisbol o de baloncesto, a veces transcurren en la soledad de los coliseos. (Foto: Carolina Vilches Monzón).
Muchos peloteros cubanos utilizaron su paso por el Equipo Nacional para desertar y probar suerte en el profesionalismo. Por supuesto, casi siempre recibían la calificación de “traidores”. Hasta hoy se les impide regresar a la Isla por un período de ocho años posterior a su deserción. Jamás volverán a vestir la franela del equipo Cuba.
Averhoff vuelve a examinar el panorama beisbolero, esta vez desde CiberCuba: “Todo atleta cubano, o con raíces cubanas, debería tener el derecho de integrar la selección nacional (a los grandes eventos) siempre y cuando su rendimiento se lo permita. Son cubanos y nadie tiene el derecho a vetarlos”, dijo.
Sin embargo, la política se interpone. Todavía la mayoría de los cubanos conectados a internet recuerdan la polémica provocada por el presentador del programa televisivo Mesa Redonda, Randy Alonso Falcón, cuando llamó “excubano” al vallista Orlando Ortega, ganador de una medalla de plata para España en las Olimpiadas de Río 2016.
Los traidores
A inicios de los años 2000, cuando un atleta se fugaba de las concentraciones deportivas, pasaban días antes que saliera una nota oficial en Granma tildándolo de “traidor”. La nota nunca daba demasiados detalles. Con la oleada, el tiempo y al acceso a otros medios informativos, la prensa estatal se vio presionada a la inmediatez.
El pelotero villaclareño Leonys Martín, actual jardinero de los Indios de Cleveland, ha sido tildado de “traidor” por la oficialidad cubana. (Foto: Carolina Vilches Monzón).
En los debates parlamentarios sobre el anteproyecto de Constitución, en julio pasado, el escritor cubano Miguel Barnet pidió especificar el concepto de “traición”. Para el autor de Biografía de un cimarrón, hay que excluir de esa definición a quienes han abandonado el país, salvo que hayan cometido algún crimen, como trabajar para un ejército extranjero o cometer actos terroristas en contra de su país de origen.
“Estamos acostumbrados históricamente a calificar de traidores de la patria a aquellas personas que abandonaron el país en medio de una misión, artistas, deportistas. Ese concepto de traición a la patria hay que modificarlo”, afirmó el presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Sin embargo, la acusación de “traidor” es tan vieja como las excusas que ha retomado Díaz-Canel. En julio de 2008, Fidel Castro alentaba en una carta a Randy Alonso Falcón: “No permitamos jamás que los traidores visiten después el país para exhibir los lujos obtenidos con la infamia”.
Un año antes, durante los Panamericanos de Río 2007, otros cuatro cubanos (tres atletas y un entrenador) solicitaban asilo político en el Gigante Sudamericano, y el exmandatario, que se restablecía de una intervención quirúrgica, escribió contra ellos: “De antemano se conoce su destino final como atletas mercenarios en una sociedad de consumo. Pienso que han ofendido a Brasil utilizando los Panamericanos como pretexto para autopromoverse”.
Pese a la solicitud de Fidel, en diciembre de 2015 su propio hijo Antonio Castro Soto del Valle intervino para invitar de vuelta al país a varias estrellas cubanas de la Major League Baseball (MLB). La mayoría de los peloteros habían desertado o salido de la Isla de manera ilegal. Los aficionados los recibieron con delirio, demostrando que la política iba por un lado y el deseo del pueblo por otro. No obstante, esos pasos no llegaron a ninguna parte.
Las nuevas precisiones de la política migratoria de 2017 ratificaron el castigo a los atletas cubanos que abandonaron delegaciones deportivas: ocho años sin entrar al país. La conclusión la dio el Comisionado Nacional del Béisbol, Yovani Aragón cuando comentó que “quien traicionó a la Patria, abandonó a sus compañeros en un evento internacional, todavía no podrá jugar con Cuba”.
En medio de ese panorama el actual mandatario cubano, Miguel Díaz-Canel, dijo que el deporte seguirá siendo una prioridad del gobierno, entre otras razones porque es “una expresión de alegría y de confirmación de valores revolucionarios, de valores patrios, humanos”. Pero Díaz-Canel también aseguró que Cuba ganaría los Centroamericanos de Barranquilla 2018.
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