Menstruar, un acto colectivo

Fotografiar los procesos de los periodos menstruales es un ejercicio de desdoblamiento personalmente público.
En distintos períodos históricos, se ha mirado a la menstruación de forma peyorativa, y el sangrado fue visto como una imagen desagradable.
Justo este 27 de enero, cuando se recuerda a las víctimas del holocausto judío a manos de los nazis, es válido recordar que muchas mujeres evitaron los peligros mortales y la violencia gracias a su menstruación.
Elizabeth Feldman de Jong contó que, a pesar de que ya no menstruaba, usó la ropa manchada de sangre de su hermana para escapar de los atroces experimentos médicos con inyecciones en el útero, sabiendo que los médicos nazis tendían a no operar a las mujeres en ese momento del mes, ya que las reglas se consideraban incómodas, desagradables y antihigiénicas.
También a causa de la tradicional repulsión hacia la sangre menstrual, muchas prisioneras escaparon a las violaciones que eran el pan de cada día en los campos de concentración.
En el contexto latinoamericano moderno, es interesante el caso de Colombia, donde un grupo de mujeres ha empezado a abrir espacios de activismo menstrual que abarcan jornadas de yoga y grupos de apoyo.
En ese país, casi 10.000 personas viven en la calle y no tienen acceso a un baño. Un tercio de esas personas son mujeres que menstrúan.

Hace 12 años, en un campamento de pioneros, escuché a una muchacha repetir el proverbio de su abuela mientras hacía desaparecer el rojo estampado en el blúmer contra el lavadero: «cuando a esa prenda le pasa un viernes, la mancha no se quita».


Escuché, en el proceso de recolección de experiencias, recomendaciones de usar mentolán o infusiones para atenuar el malestar si no hay medicamentos. De haberlos, entonces a tomar ibuprofeno, naproxeno, paracetamol o dipirona.
Hubo casos que hablaron hasta de inyecciones con espasmoforte o gravinol en momentos de extrema sensación de dolor o náuseas.
Mi hermana, estudiante de medicina, me explica que eso ocurre porque se engrosan las paredes del endometrio. Lo que duele no es precisamente los ovarios.
En Cuba, a cada mujer en edad fértil le corresponde un paquete de almohadillas sanitarias al mes por un costo de 1.20 pesos, pero el atraso es abismal en casi toda la red de distribución y venta, sobre todo en las zonas más alejadas de las grandes ciudades.
Durante el 2021, un paquete de 10 almohadillas «normadas» pudo rondar, en los grupos de venta en redes del mercado informal, entre 30 y 50 pesos. Las importadas se vendían entre 120 y 250 pesos.

Un montón de copas menstruales esperaba como donativo a un montón de manos en fila. Indudablemente, este accesorio ya es conocido, aceptado y usado en Cuba, aunque fuera de estos eventos cuestan alrededor de 700 cup.

El primer día le pedí a mi pareja que la introdujera él y acabamos los dos con salpicaduras en los intentos. Lo más placentero de esa nueva temporada es vaciar el contenido, percatarse de que no es tanta la proporción que una imagina, porque los ginecólogos andan diciendo que las muchachas de provincia siempre menstruamos más.

Las últimas fotos de esta galería son del 31 de diciembre, una racha para despedir bien rojo el 2021.

