Lourdes, la cimarrona hip hop


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Lourdes Suárez, la cimarrona de Cuba.

Detrás de muchos collares, pulsos y sortijas, hay una mujer. Tiene siete tatuajes, incluyendo la imagen del Che y el mapa de la Isla de Cuba. Su nombre es Lourdes Suárez de Arma, pero casi nadie lo sabe. Quienes la conocen, la identifican siempre con su nombre artístico: la cimarrona, así en minúsculas, como ella misma aclara.  

Hace algunos años trabajó en La Madriguera —sede la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en La Habana—. Allí se acercó por primera vez al rap. Pero lo hizo, como casi todas las mujeres que llegan a este movimiento, de la mano de un hombre; en su caso, de Yrak Sáenz. 

El hip hop es una cultura machista como tantas otras que han surgido, alternativas o no. Sin embargo, la cimarrona quiso defender a la mujer, luchar por el lugar que merece, defendiendo además un pensamiento femenino. Y aclara que femenino, porque aún no sabe qué es el feminismo. 

Entre 2002 y 2003 crea Marginada, su primera presentación en La Madriguera. Era un espectáculo muy variado, alternativo; desde lo performático llegaba a la trova, al rap, la poesía, la narración oral y el tatuaje. Allí mismo en la sede de la AHS comienza a participar en talleres sobre cultura hip hop en Cuba. 

«Los talleres de educación popular y de género me enseñaron que lo que yo estaba haciendo era feminismo. Ahí me identifico y comienzo a defender a capa y espada el derecho de la mujer y su pensamiento, porque ya lo estaba haciendo empíricamente».  

Si una palabra define a la cimarrona es lucha. A los 15 años tuvo su primer hijo, el único varón de sus tres partos; el primero en enseñarle cómo ser madre soltera, cómo se cría un hijo y paralelamente seguir estudiando, seguir trabajando, seguir creciendo. Y eso fue apeas con el primero, porque cada vez que decidió ser madre, tuvo que hacerlo sola. 

«Mis tres embarazos fueron como madre soltera, de tres relaciones diferentes porque los maridos no estaban acorde a mi pensamiento». 

A esta mujer que ya ha vivido cinco décadas, no le importaron los cánones sociales, porque prefirió ser libre, y revelarse cada vez que se ha sentido amenazada, cada vez que la sociedad ha querido encerrarla.

«Lo primero que me dice que yo estoy transgrediendo todos los cánones, los patrones y los estereotipos, es mi imagen. Porque ninguna mujer ordinaria, común, se vestía como yo. Ninguna mujer que yo conocía se vestía así». 

Entonces la cimarrona descubre que sus textos estaban transgrediendo su pensamiento y su conducta. Cada vez se volvía más cimarrona. Tan cimarrona que ahora no usa zapatos en sus presentaciones.  Prefiere el contacto directo con el suelo que pisa, saberse con los pies en la tierra y la mente en el cielo, libre. 

«Descubrí un día que tenía fobia a los zapatos, a los tacones y a todos estos estereotipos que malgastan el cuerpo femenino. A partir de ahí dije: «Me voy a quitar los zapatos a la hora de actuar». Y consecuente ha sido con sus ideas, tanto, que un día para entrar a un teatro también se quitó los zapatos, porque el portero no la dejaba entrar en chancletas.  

Lourdes Suárez la cimarrona delHip hop Cuba

La cimarrona modera la voz al hablar, su cadencia tiene intencionalidad. Es una oradora natural. Sonríe mucho, hace pausas cortas; otras más largas, pero siempre sonríe, incluso cuando no está de acuerdo con lo que le dicen.

«Yo tengo una vertiente que viene directamente de España por parte de mi mamá, y por la parte de mi papá tengo una ancestralidad africana muy fuerte. Mi tatarabuelo vino en el vientre de su madre, nació en el barco velero camino a Cuba. Mi bisabuelo era negro y vengo de una familia racista, hijos de este hombre con una mujer más clara. Mis tíos-abuelos vienen siendo mestizos; mi abuelo y mi papá son mestizos. Es decir, yo vengo con una mezcla natural y defiendo mi mestizaje».

Las blancas no la ven tan blanca, y las negras no la ven tan negra. Su color de piel es claro y sus facciones son finas, pero sus rizos demuestran que por sus venas también hay sangre africana. Y eso la llena de orgullo. 

Esta cimarrona hace versos y hace prosa, trabaja para los niños; ha mantenido durante más de diez años un proyecto comunitario en su barriada de Casa Blanca. Trabaja como voluntaria y ha fundado más de cien bibliotecas en los barrios, con libros donados por ella, muchas veces comprados con dinero de su bolsillo.  

«Me es necesario defender a las marginadas y a los marginados por esta sociedad, porque yo también soy marginada. Qué lindo sería que mañana no tuviéramos que hablar de estos temas, ni de racismo o feminismo o marginalidad dentro de la cultura».

Pero mañana seguirá siendo una mujer que en sus textos defiende a otras mujeres, y repite una y otra vez uno de sus monólogos preferidos, el de la puta: «Muy erguida salgo a caminar las calles de La Habana y a escuchar a mis espaldas como dicen: ahí va esa, la puta…»

En ese texto, la cimarrona reclama el derecho de cada persona a hacer con su cuerpo lo que quiera, el derecho a sentirse libre.

«Es un cliché decir que uno no trabaja para el reconocimiento. Y sí, yo trabajo para que me reconozcan. Y me ha costado mucho. Que la Uneac [Unión de Escritores y Artistas de Cuba] me reconozca el esfuerzo y la oralidad escénica, dentro de la narración oral, que me reconozca con el Premio Honorífco, Juglar, de este año, me ha dado lo más grande de la vida».

Este premio significa que Lourdes no está en el olvido, aunque no tenga colgada en su casa La Gitana Tropical, la más alta distinción que otorga la dirección de Cultura de La Habana a creadores e instituciones que, con su trabajo constante y meritorio, despliegan un papel destacado en pos de la cultura nacional.

Tal vez la razón del silencio alrededor de su obra esté relacionada con uno de sus trabajos, el que tuvo en la emisora Radio Cadena Habana. En su programa, Los del barrio, entrevistó a Amaury Pacheco, de Omni Zona Franca. La cimarrona, con meses de antelación, había presentado a la comisión evaluadora su guion con los entrevistados; la dirección de la emisora aprobó la entrada de Amaury, pero no fue suficiente. 

Portada Nuevo Disco Cimarrona

Apenas concluyó el programa, «alguien» realizó una llamada denunciando, según recuerda la cimarrona, «que el programa se había tomado como plataforma política, religiosa, y se había hablado mal de las instituciones cubanas». 

Una denuncia absolutamente incierta. Una llamada anónima, una más, le marcó la vida a esta mujer, que nunca más ha podido hacer locución.  

«Cuando la dirección de la emisora y el Partido escucharon el programa, se dieron cuenta de que nada de lo que habían dicho en la llamada era cierto. Pero me dieron seis meses para tomar una decisión. La condición era que me quedara escribiendo el guion, cosa que no acepté porque me habían cambiado todo el formato del programa. Ya no era el que había soñado. Entonces no tuve más trabajo allí. Después fui buscando empleo en otras emisoras, pero las plazas estaban ocupadas, ¡qué casualidad! Y eso ha ocurrido hasta hoy».

Pero Lourdes no tiene fronteras. Si no puede hacer la locución que tanto ama, seguirá escribiendo y escenificando textos desde la oralidad, mostrando tantos collares como los que le quepan en el cuello y usando pañuelos en su cabeza. Y aunque mañana la vuelvan a confundir con una blanca, seguirá siendo esa negra un poco más clara, cimarrona y feminista.    

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