Gas pimienta y reconciliación: Así fue la «quedada» en el Ministerio de Cultura de Cuba


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Fotos tomadas del perfil de Facebook de Ismario Rodríguez

Al principio eran solo 15 personas frente a un ministerio. No tenían demandas específicas, solo la convicción de que había que estar allí.  Desde el inicio de la huelga de hambre y sed en la sede del Movimiento San Isidro (MSI) se habían disparado en las redes sociales todo tipo de opiniones respecto a la libertad de expresión y creación artística en Cuba. El dispositivo de la Historia se activa a veces en los más insólitos lugares.

Tras seis días de huelga de hambre y sed por la liberación del rapero Denis Solís y otras demandas, el Movimiento San Isidro recibió a Carlos Manuel Álvarez, reportero y director de la revista de periodismo narrativo El Estornudo. Álvarez llegaba desde Nueva York para contar en primera persona el acontecimiento que en ese momento tensaba la cuerda política cubana. Sin embargo, su visita se convirtió en la razón por la que fue desarticulada la huelga.
Ante la situación epidemiológica mundial, en Cuba se establecieron protocolos de seguridad sanitaria, que el gobierno dio por incumplidos en el caso de Álvarez. Con ese argumento desalojaron el lugar en que se desenvolvía la protesta y aislaron a cada uno de los huelguistas en sus casas.
Las fuerzas de orden público intervinieron en la noche del jueves 26 de noviembre de manera forzada y el incidente provocó una oleada de críticas encabezadas por artistas e intelectuales cubanos. En las redes sociales empezaron a nombrarlo «Día de la vergüenza nacional». Esa misma noche se convocó a una «quedada» frente al Ministerio de Cultura, para las 11 de la mañana del día siguiente.
A la manifestación se sumaron intelectuales, creadores y personalidades de la cultura, que legitimaron la protesta y le dieron carácter masivo. En algún momento ya no se trataba solamente de San Isidro. Entre los presentes había muchos que ni siquiera apoyaban las demandas iniciales del Movimiento y que estaban allí para reclamar derechos y saldar cuentas con el gobierno.

Fotos tomadas del perfil de Facebook de Ismario Rodríguez

«El análisis de la situación de San Isidro tiene al menos tres planos», comentó el historiador Julio César Guanche a Tremenda Nota. Las enumeró así: «1) EL MSI en sí mismo, sus ideas y sus prácticas, 2) la actuación estatal respecto a lo sucedido en San Isidro, 3) demandas que tienen cruces con las de San Isidro, pero que van más allá de ese espacio, bien por ser particulares (por ejemplo, específicamente gremiales), bien por no compartir las agendas políticas del MSI.
»En el segundo grupo hay personas que no comparten el actuar del MSI pero tampoco el del Estado cubano en relación con él. En el tercero, hay gran diversidad, cruces y diferencias entre sí», consideró Guanche.
A medida que se fueron sumando personas, los manifestantes comenzaron a organizarse en comunidades de intereses para establecer demandas concretas y decidir quiénes serían los voceros que los representarían. Las autoridades del Ministerio de Cultura solo accedían a dialogar con dos personas, pero los manifestantes se negaron bajo el argumento de que «todos o ninguno». Al final se acordó que 30 representantes defendieran sus posiciones frente las autoridades ministeriales.
Katherine Bisquet, poetisa y escritora, leyó frente a las puertas del Ministerio de Cultura el pliego de demandas de los manifestantes. Incluyó el derecho a la libre expresión y creación, la revisión y cumplimiento del debido proceso judicial a Denis Solís y solicitó que se le permita al artista Luis Manuel Otero Alcántara regresar a su domicilio. Además, pedía el cese del hostigamiento, la represión, la censura, el descrédito y la difamación por parte de las autoridades a la comunidad artística e intelectual cubana.

Fotos tomadas del perfil de Facebook de Ismario Rodríguez

«No más violencia policial, no más odio político: que sean el amor y la poesía lo que una a este pueblo», concluyó Katherine Bisquet, en medio de los aplausos de los manifestantes.

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Esto que está pasando aquí va mucho más allá del Movimiento San Isidro. Es un reclamo que venimos haciendo, desde mucho antes de que existiera el Movimiento, para que se nos oiga.
Hay muchas cosas que deben cambiar, cambiar de verdad: desde el punto de vista ideológico, económico, en cuanto la sociedad que estamos construyendo, llámese socialismo o como se llame.
Es hora ya de que los medios estatales asuman la información de lo que está pasando, y no ya desde la posición de callarnos la boca, sino de oírnos y de decir las cosas como son. Sean las consecuencias que sean y lo que venga después, este momento es importante.
Jorge Fernández Heras, intelectual y humorista cubano
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Con los voceros se reunió una delegación de funcionarios culturales encabezados por Fernando Rojas, viceministro de Cultura. Estuvieron además Jorge Pérez, director del Museo de Bellas Artes, y la vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Marta Bonet, así como Yasel Toledo Garnache, vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
De parte de los manifestantes se sentaron a la mesa, entre otros, Michel Matos, Claudia Genlui y Katherine Bisquet, por el Movimiento San Isidro; Tania Bruguera, por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (Instar); el curador Julio Llópiz-Casal, la artista visual Camila Lobón, el cineasta José Luis Aparicio Ferrera, el realizador audivisual Juan Pin Vilar, los activistas Alfredo Martínez y Ulises Padrón Suárez y el dramaturgo Yunior García.
En nombre del Movimiento San Isidro comenzó hablando Michel Matos, activista y productor, para contar su experiencia con la censura, así como para denunciar la arbitrariedad del arresto de Solís y pedir un juicio justo y un proceso penal transparente.
Tania Bruguera habló sobre el activismo del Instar y el hostigamiento sufrido de parte del gobierno. La artivista se interesó por establecer las relaciones entre el Ministerio de Cultura y el Ministerio del Interior, refiriendo casos de artistas que han sido hostigados por las fuerzas de la Seguridad del Estado con la complicidad implícita de las instituciones culturales cubanas. También denunció la relación entre estética y política, en tanto se suele demonizar en Cuba a creadores con posturas ideológicas contrarias a la hegemonía dominante.
El dramaturgo Yunior García criticó la censura del documental «Sueños al pairo», de José Luis Aparicio Ferrera, y de la Muestra Joven ICAIC, un concurso para cineastas. Fernando Pérez, director de cine, habló sobre la censura que ejercen los medios estatales. Además, pidió el cese de los actos de repudio. «No pueden seguirse negando espacios sobre la pluralidad. Ese es el verdadero futuro del país», dijo.
Henry Eric, de la publicación digital independiente Hypermedia Magazine, discutió sobre financiamientos provenientes del extranjero, ante la acusación que hizo Fernando Rojas, el viceministro de Cultura. Rojas observó que muchos medios no estatales existen gracias a las subvenciones del gobierno estadounidense. «Debemos pensar sobre el carácter injerencista en la Guerra de Angola. Cuba hacía lo mismo», apuntó Eric. El realizador audiovisual Juan Pin Vilar tachó al Ministerio de ineficiente por dividir a los artistas en grupos ideológicos, obviando el circuito independiente. «Aquí no hay moral para que nos digan mercenarios», dijo.
Mientras los 30 voceros dialogaban con las autoridades, en la calle se vivía un ambiente de fraternidad. Cada 15 minutos, la multitud aplaudía para recordar a los de adentro que no estaban solos.

Fotos de Rialta Magazine

Entre los presentes se encontraba el actor Mario Guerra, quien comentó a Tremenda Nota: «Mi interés personal para estar aquí, tiene que ver con el respeto al pensamiento, a la Constitución, al diálogo, a poder llegar a consensos. No somos iguales. En la creación no somos iguales. Como creador, necesito ese espacio de diálogo». El trovador Frank Mitchell Chirino dijo: «Tiene que haber espacios para el diálogo, para que el arte se manifieste libremente. El arte no puede suceder si no es con libertad».
A medianoche, la negociación se hacía eterna y la muchedumbre crecía. Hubo un apagón eléctrico. Los manifestantes decidieron mantenerse sentados en la calle frente al edificio del Ministerio. Había un aire de civilidad que parecía decir: «Estamos organizados y sabemos lo que queremos».
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“No simpatizo con el Movimiento San Isidro, más sí respeto lo que hacen. Todas las personas tenemos derecho a expresarnos libremente. La Constitución cubana nos garantiza ese derecho. Ese es el tema central por el que estamos aquí: no simpatizamos con el Movimiento San Isidro, pero…
Estoy aquí porque considero que todas las personas, independientemente de su posición política e ideológica, tienen derecho a que quienes se dicen nuestros representantes y dirigentes les escuchen.
Los activismos necesitan tener la posibilidad de dialogar y discutir las políticas simbólicas. No tenemos ese espacio. Los activistas LGTBI+ lo hemos intentado.
Esto no es ya por el Movimiento San Isidro. Esto es por cada uno de los ciudadanos y ciudadanas que debemos ser escuchados.
Lidia Romero, activista.
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La protesta fue así
El humo es del carajo. Fue casi una pulsión interna, un hambre: no íbamos a comprar comida, sino cigarros Criollos.
Bajamos por la calle 2 hasta Línea. ¿Quién iba a impedirnos nada? En ese momento éramos poderosos. Invencibles. Un cúmulo libertario.
En la bocacalle de Línea y 2 tuvimos el primer choque. Un policía nos informó, al acercarnos a un Cupet que el paso estaba cerrado, que no podríamos volver a la calle frente al Ministerio de Cultura.
Bajamos a la vista de los hoteles en busca de los cigarros. En la Fuente de Paseo y Malecón, una turba de chiquillos gozaba de la música «repartera». En ningún lugar había cigarros.
Volvimos, pero la Policía Nacional Revolucionaria había cercado la sentada.
La esquina de Paseo y 13 estaba acordonada. Una cuadra más arriba había contingente vestido de civil: las denominadas Brigadas de Respuesta Rápida, listas para disolver la manifestación de los artistas.
Entramos con la tensión por Paseo y 17. Llegando al próximo cordón policial, se apagaron todas las calles que rodeaban al Ministerio de Cultura.
―Esto es un operativo ―nos dijeron―. Aquí no pasa nadie.
Bajamos por 4. En la esquina había otro cordón de 8 efectivos.
Comenzamos a discutir. Hablamos de la Revolución, del Estado de Derecho. Alguien dijo que la policía le daba mucha pena. En esa esquina nos juntamos todos los que estábamos y nos habíamos quedado fuera.
―En Línea y 2 hay más gente ―dijo alguien.
―Si intentan pasar dormirán trancados ―respondió un policía.
En ese último acceso había una línea de guardias, embutidos en chalecos reflectantes anaranjados. Nos juntamos y la policía cerró filas. Alguien sugirió: «Levanten las manos»
Comenzamos a caminar y ellos a retroceder. Todos con las manos levantadas. Ellos corrían de espalda y de pronto comenzaron a rociarnos con gas pimienta. Una patrulla intentó impedirnos el paso.
Cuba era un pedazo de luz cercada con gente cantando y policías en la oscuridad.
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«Hay una realidad: si no empezaba por San Isidro, empezaría por otra cosa. Era cuestión de tiempo, de maduración de una generación y de miembros de otras con deudas consigo mismos. Estamos aquí por la libertad de expresión y por el saneamiento nacional en tanto confluencia de pluralidades.
Somos pocos. Nunca ha sido una cuestión masiva, sino de ser el ariete. Diez mil mambises en el monte nunca hubo.
Estar aquí es kitsch: un honor surrealista. Hace cinco años no hubiera creído esto posible. Siempre he querido hacerlo. Es el momento de ser libres.
Ayer lo escribí en Facebook: Día Cero, Año Uno después de San Isidro. Un antes, un después.
Me da la gana de citar a Martí: son Trincheras de Ideas. Somos.
Este es el noviembre cubano.»
Antonio Enríquez González, crítico de arte.
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Alrededor de las 2 am concluyó la reunión entre los manifestantes y los funcionarios del Ministerio de Cultura. En resumen, el gobierno se comprometió a interesarse con urgencia por la situación de los activistas Denis Solís Gonzalez y Luis Manuel Otero Alcántara, del Movimiento San Isidro, así como a organizar una agenda de trabajo con los artistas independientes. Además, garantizaron el retorno seguro a casa de los manifestantes. Prometieron que el ministro Alpidio Alonso Grau se reunirá con los voceros de la protesta a partir del próximo miércoles 2 de diciembre de 2020.
La reacción del Movimiento San Isidro fue desconfiar de la posibilidad de dialogar con las instituciones estatales.
Omara Ruiz Urquiola, una de las confinadas en San Isidro, dijo este sábado en una directa que el Movimiento se desmarcaba de la manifestación del viernes, desautorizando a quienes en representación del mismo asistieron a la negociación. «Lo que ocurrió anoche en el Ministerio de Cultura fue una versión del Zanjón», dijo, y acusó a otros miembros de MSI de ser «traidores».
A pesar de las promesas de conciliación emitidas ayer por las autoridades culturales, una nota publicada en el sitio Razones de Cuba, perteneciente a la publicación oficial Cubadebate, tildó lo acontecido de «circo» y de intento de hacer una «revolución de color».
Como respuesta a la quedada frente al Ministerio de Cultura, una serie de jóvenes cubanos convocaron este domingo a una «tángana» en el parque Trillo, de Centro Habana, bajo el lema «Jóvenes cubanxs defendiendo su revolución». En la página de Facebook de la convocatoria dicen que «Lxs revolucionarixs debemos alzar la voz. Debemos hacerlo porque los que llaman al diálogo no quieren escuchar a nadie más que a sí mismos…».
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, publicó en su cuenta oficial de Twitter: «Cuba soberana no acepta injerencias. Algunos se empeñan en protagonizar shows mediáticos contra la Revolución, envenenando y mintiendo en las redes. El pueblo revolucionario cubano dará el combate.»
*Esta nota contó con la colaboración de todo el equipo de Tremenda Nota

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