El dilema de los que van a estudiar La Habana


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Las capitales suelen ofrecer un abanico de oportunidades que no tiene el campo u otras ciudades más pequeñas. Mayores posibilidades de trabajo, mejor remuneración o más chances para emprendimientos, son los factores que mueven a muchas personas desde zonas rurales hasta La Habana para intentar quedarse a vivir en las principales urbes.

Personas de todas las edades llegan buscando lo que la ciudad les puede dar, por las buenas o por las malas. Lo mismo les da trabajar para el Estado que “vivir del invento”.
Los que llegan a trabajar o a estudiar en la Universidad de La Habana son presa fácil de este sentimiento de “no querer regresar”: generalmente tenían claro que querían estudiar en la principal casa de altos estudios del país pero no qué hacer después.

Claudia Betancourt Torres, socióloga de la Universidad de La Habana, explica a Tremenda Nota que muchas veces la decisión de emigrar definitivamente a las grandes urbes obedece a las oportunidades que allí se dan. “No es fácil en muchas ocasiones venir a estudiar algo a La Habana y regresar luego para chocar con el hecho de que mucho de lo que aprendiste tienes que aplicarlo en otro lugar” asegura Betancourt.

Los deseos de escalar profesionalmente y otros factores que van desde cómo es el transporte en donde vives, que se sabe que es peor que el de la capital, hasta la carrera que estudias determinan qué hacer. Betancourt agrega que “Si estudias Historia del Arte o lengua extranjera, incluso Periodismo o Filología, las posibilidades de conseguir un buen puesto de trabajo una vez graduado son escasas fuera de la principal urbe de Cuba”.

La vida en la gran ciudad cubana es muy diferente a la del resto del país. (Foto: Wikimedia Commons)

La inversión extranjera, el boom del turismo, de los medios independientes, el acceso a Internet y el sex appeal que representa tener un título de egresado de la Universidad de La Habana, sobre todo si luego se persigue emigrar fuera de Cuba, son las cuerdas de las que se prenden quienes deciden no volver atrás.

“Siempre supe que quería estudiar una carrera de letras y en la Universidad de La Habana”, comenta Niliek Silva, de 23 años, una estudiante universitaria que cursa su último año de la carrera Ciencias de la Información. Aclara que al principio quería regresar a Matanzas, pero las ganas le duraron poco. “En segundo año me empezó a picar ese bichito de que encontraría algo aquí en La Habana, y decidí quedarme”, agrega.

Decisiones como esta, difíciles de tomar, avalan los datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, las cuales apuntan a un decrecimiento de la población en las provincias del interior del país y sobre todo en la población rural, en períodos comprendidos hasta la mitad del presente siglo XXI.

En un artículo del diario oficial Granma publicado el 5 de septiembre de 2016 bajo el título “Proyecciones sobre la población cubana”, Pinar del Río, Villa Clara, Sancti Spíritus y las cinco provincias orientales mantienen un comportamiento con tendencia a la baja en su población joven y económicamente activa. Por su parte, Artemisa, Mayabeque, Matanzas, Cienfuegos y Ciego de Ávila, si bien crecen primero en este indicador decrecen después. Camagüey e Isla de la Juventud en los próximo nueve años, de mantenerse la tendencia actual, serán habitadas por 133 mil personas menos para 2030.

Igualmente, y de acuerdo a los resultados obtenidos durante el estudio, “se prevé que la población asentada en zonas urbanas va a crecer (…) sostenidamente hasta el año 2032, cuando, se prevé, alcance los 8 900 000 personas (…)”. En resumen, si esto sigue así habrá dentro de 50 años, unas 300 mil personas se habrán desplazado del campo a la ciudad.

Si decides quedarte, no es fácil obtener el permiso. En el caso de Niliek sí lo fue, pues la hermana tenía una dirección registrada en la capital y la incluyó en su propiedad, ayudándola a hacer el cambio legal de domicilio. Pero hay quien no tiene esa facilidad.

“Si es otro familiar hay que esperar tres meses o más por la inspección y veredicto del arquitecto de la comunidad, y esa oficina es la que decide si tú cabes en la casa o no, y por ende si puedes quedarte. De ser negativa la respuesta, se buscan otros atajos”, dice Niliek.

Y claro que la respuesta puede ser negativa. La Habana está sobrepoblada respecto al resto del país y hay más gente tratando de llegar a vivir en ella por los chances que ofrece que capacidad de darle a cada una de esas personas un alojamiento decente. Un arquitecto designado por el Estado inspecciona las condiciones de las casas y las mide en metros cuadrados. En dependencia del resultado que arroje la cuenta, se determina cuántas personas cabrían en la casa. Si el número de personas se va por encima, no se acepta el cambio.

Lisandra Otero Borges, llegó a La Habana igualmente desde Matanzas y es profesora universitaria . Con 24 años recién cumplidos, narra que ella hizo el cambio de dirección para la casa de su abuela y luego se mudó para un alquiler con su novio en el municipio de Centro Habana, y esa fue la vía que eligió para quedarse.

Pero agrega, al igual que Niliek, que no todo el mundo tiene esa facilidad. “Hay otros estudiantes que no tienen posibilidades de quedarse en casa de algún familiar y recurren a gente a las que les pagan entre 40 y 50 CUC para que pongan sus nombres en sus direcciones, personas que no tienen parentesco alguno con ellos, y les tienen que seguir pagando para que los mantengan como inquilinos en un lugar que en la mayoría de los casos nunca llegan a habitar”.

Otros estudiantes son presa del engaño, y caen en manos de personas inescrupulosas que falsifican documentos legales, “y cuando piensan que están tranquilos esa persona es descubierta y son llamados como testigos a los tribunales, con riesgo de perderlo todo”, agrega Lisandra.

También están los matrimonios por conveniencia, como vía para alcanzar una dirección en la capital y quedar legalmente asentado(a) en los registros de direcciones. Simplemente se casan y la parte interesada en quedarse le paga a la otra o no, en dependencia del arreglo que hayan alcanzado. “Igual no todo es en blanco y negro, hay quien se casa porque quiere a la otra persona de verdad y se quedan viviendo juntos”, agrega bromeando Niliek.

No obstante, hay quien sabiendo que en La Habana hay más oportunidades de desarrollarse profesionalmente o ganar más dinero, nunca quiso quedarse. Janny Macías, de 25 años, regresó a Matanzas una vez que terminó sus estudios.

Janny regresó porque se le complicaba subsistir económicamente en La Habana.. La capital no la enamoró: “me encanta mi ciudad,pensé que en mi pueblo iba a poder hacer más que en La Habana, es un mundo de fieras profesionales”.

En la capital, la competencia es mayor, y muchas veces se hace difícil levantar cabeza como recién graduado, mientras que las provincias del interior del país adolecen la fuga de profesionales hacia la capital y tienen espacios listos para llenarse.

“En La Habana tengo mayores oportunidades para publicar, aumentar mi red profesional, investigar y participar en eventos internacionales”, dice Niliek. Lisandra por su lado agrega que además de estas posibilidades, también ha encontrado “las oportunidades que en Jagüey Grande (Matanzas) no hay”, como el trabajito que tiene ahora en una agencia de renta de bicicletas eléctricas, un negocio privado reciente regenteado por inversores alemanes. Eso la ayuda a comer, pagar el alquiler y a tener vida social, cosa que con su salario correspondiente al cumplimiento del Servicio Social -que en Cuba oscilan entre los 275 y 400 CUP: menos de 20 USD- no podría hacer.

Janny, por su parte, no se arrepiente de haberse ido de la Habana : “Estoy satisfecha, al final donde estamos es el resultado de donde venimos y lo que hemos hecho. De quedarme allá hubiera sido diferente en todos los sentidos, porque es otro camino que me hubiera llevado a otros resultados, los que fueran. Pero con lo que hice, soy feliz”.

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Gabriel García Galano

Gabriel García Galano

Periodista amante de bolas strikes y goles, siempre trata de consolar el impasible calor de la isla con una cerveza fría. Tiene un blog al que atiende poco y solo su gusto por las mujeres y el rock and roll supera su amor por el sarcasmo. Gabo, para los amigos.

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