El camino de resistencia LGBTIQ+ que va del 11 de mayo de 2019 al 11 de julio de 2021


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Analía Escalona y otras manifestantes trans el 11 de julio de 2021 (Foto: Tremenda Nota)

Cuando Raúl, junto a un grupo de manifestantes de Regla y Guanabacoa, intentó cruzar el semáforo que divide esos municipios habaneros, un cordón policial le impidió el paso.

Era el 11 de julio de 2021, y desde hacía unas horas el país vivía la mayor ola de protestas en contra del gobierno en la historia de la Revolución Cubana. Ha pasado menos de un año, y la jornada se inscribe entre las mayores rebeliones populares ocurridas en el país.

El llamado 11J, Raúl, un joven de 22 años, estudiante y trabajador que solicitó ser identificado con este seudónimo, había iniciado la jornada como cualquier domingo. El día anterior fue a clases en la Universidad de La Habana y el día de las protestas quería visitar a su novio. 

Las imágenes de la manifestación en la ciudad de San Antonio de los Baños, la primera que ocurrió, cambiaron sus planes. Raúl se enteró de lo que sucedía por Facebook y se unió a otros 50 vecinos. Marcharon para denunciar la falta de medicamentos y comida, la dolarización de la economía que incentiva la migración, y tantos problemas.

Para Raúl, un hombre gay, era imposible no pensar también en la discriminación y en los derechos negados a la comunidad LGTBIQ+.

Raúl avanzó por las calles hasta que un cordón policial situado en mitad de la Vía Blanca, una de las principales carreteras del país, se interpuso en el camino. Los manifestantes cantaron el himno nacional y tuvieron fuerzas para levantarse, romper el cordón.

La comunidad LGTIBQ+ cubana participó en el 11J motivada por muchas de las razones que movilizaron al resto del país: la falta de libertad y la penuria económicas.

«La diferencia es que además traíamos unas demandas añadidas orientadas hacia nuestra sexualidad, identidad de género y los derechos que aún nos faltan», expuso la periodista y activista Mel Herrera.

Muchas personas LGBTIQ+ protestaron por la falta de reconocimiento legal de sus uniones. Las mujeres trans reclamaron oportunidades laborales reales más allá del trabajo sexual. Otras personas se manifestaron contra la política de las instituciones públicas, que ignoran, señalan o reprimen cualquier forma de activismo no controlado por el Estado.

El 11J puso en evidencia el distanciamiento de los últimos años entre el estatal Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y muchas personas LGTBIQ+, que se sienten desatendidas por la institución.

Algunos que marcharon en el 11J ya lo habían hecho 2 años antes, el 11 de mayo de 2019, cuando el Cenesex canceló la tradicional Conga de la Diversidad. El incidente provocó una marcha realizada sin autorización, que terminó disuelta por la policía. Raúl estuvo allí y ahora, en el 11J, volvió a marchar.

Raúl creció escuchando historias de personas expulsadas de sus centros de trabajo o estudio por ser homosexuales en la década de 1970. De gente exiliada en 1980 por su identidad de género o su orientación sexual.

A los 17 años fue detenido, acusado de prostituirse. Dice que solo estaba con unos amigos hospital Calixto García, en La Habana.«Por pinchar mojones, maricón», escuchó decir a los policías que se lo llevaron y le hicieron firmar un «acta de advertencia» sin presentar pruebas en su contra.

Desde ese momento, supo que la realidad es bien distinta al discurso oficial.  Después de romper el cordón policial el 11 de julio, Raúl acompañó la protesta hasta la sede del gobierno de Regla.

«Nunca imaginé ver tantas personas reunidas en la calle gritando “patria y vida”. Aunque ha pasado tiempo, creo que ninguno de nosotros ha vuelto a ser igual, está todavía la sensación de que en cualquier momento se puede repetir», comenta.  

(Ilusttración: Wimar Verdecia, Tremenda Nota)

Desencanto con el Cenesex

En otra parte de La Habana, Mel Herrera también se unió a las protestas del 11J. Como periodista buscaba historias. Como manifestante exigía lo mismo que el resto de la población. Como mujer trans llevaba sus propias demandas. 

Con un vestido holgado y su pelo rizado recogido en un moño, atravesó todo Centro Habana a pie hasta llegar a Prado. Uno de sus motivos para manifestarse fue precisamente lo sucedido con la manifestación del 11 de mayo de 2019.

El desencanto creciente con el Cenesex también se explica por la decisión de las autoridades de eliminar el artículo 68 del proyecto de Constitución. La Carta Magna entró en vigor en 2019 sin matrimonio igualitario, una demanda central de los colectivos LGBTIQ+. La decisión de omitir el polémico artículo, fue atribuida por muchos activistas a la presión que hicieron al gobierno varias iglesias cristianas.

«Hay muchas personas que, incluso estando de acuerdo con la institución (el Cenesex), están desalentadas, cansadas de muchos años de espera, de promesas incumplidas», afirma Herrera.

La marcha del 11 de mayo de 2019 marcó un antes y después para el activismo LGBTIQ+ y su relación con el Estado.

Ese día, «quedó demostrado que hay una gran parte de la comunidad LGTBIQ+ que no se siente ya representada, que no quiere seguir tutelada por una institución dirigida fundamentalmente por personas cisgénero y heterosexuales», dice Herrera.

Aunque más recientemente el gobierno decidió incluir el matrimonio igualitario y otras reclamaciones del colectivo en la consulta popular sobre el nuevo Código de las Familias, muchas personas LGTBIQ+ cuestionan que sus derechos sean sometidos a una consulta popular.

Una labor a medias

Las reclamaciones de la comunidad LGTBIQ+ en el 11J pusieron en el centro de la discusión al Cenesex. El centro se fundó en 1988, tras décadas de hostilidad oficial a la diversidad sexual.

Al principio se enfocó en temas sanitarios y educativos pero desde 2000, tras el nombramiento como directora de Mariela Castro Espín, hija del expresidente Raúl Castro, el Cenesex empezó a promover los derechos de las personas LGBTIQ+.

En la comunidad LGBTIQ+, muchas personas admiten que la institución ha puesto en la discusión pública temas cruciales. Sin embargo, también critican que reproduce el funcionamiento vertical de otras instituciones estatales.

Cuando la marcha del 11 de mayo de 2019 fue convocada, Castro Espín respondió en sus redes sociales catalogando el incidente como un «show convocado desde Miami y Matanzas».

Isbel Díaz Torres, escritor, activista ambientalista y por los derechos LGBTIQ+, vivió de cerca lo que puede significar alejarse del Cenesex.

En 2010, fue invitado a una capacitación sobre diversidad sexual y derechos humanos en el Cenesex, pero se fue percatando de que la intención de los encuentros era formar una organización afín a la institución.

«Tenían un grupo de mujeres lesbianas, otro de mujeres trans, y ahora querían uno de hombres gays y bisexuales», explica el activista.

«Por más que insistimos en que no veíamos sentido en fundar una organización solo de hombres, ni por qué el Cenesex tendría poder de decisión sobre la misma, la presión de una funcionaria condujo a que se aceptaran tales limitaciones», narra.

Tras su salida del grupo, ayudó a crear la organización independiente Proyecto Arcoíris. Ahí fue conoció lo que significa estar fuera del Cenesex. Arcoíris era un pequeño grupo que editaba un boletín y un blog. Se definía como anticapitalista.

«El asedió incluyó muchas llamadas telefónicas y “entrevistas” que buscaban amedrentarnos. Todo ello salpicado por el sello de la homofobia, marca distintiva de la policía política en Cuba», recuerda Díaz Torres.

Durante la Conga de 2016, 2 activistas del grupo llevaron un cartel que decía «NO MÁS VIOLENCIA POLICIAL CONTRA NOSOTR@S», en referencia a una reciente redada contra miembros de la comunidad LGBTIQ+. Ambos fueron molestados por agentes de la Seguridad del Estado, que acabaron arrebatándoles el cartel. Uno de ellos era Jimmy Roque, el novio de Díaz Torres.

En mayo de 2019, cuando el grupo decidió participar en la Conga no avalada por el Cenesex, Díaz Torres y su pareja fueron capturados durante 24 horas para impedirles tomar parte en la marcha.

En el 11J, Diaz Torres no pudo salir a las calles. Para entonces, ya vivía en el exilio. Ha estado bien pendiente, en solidaridad, con los manifestantes LGBTIQ+ que han sido condenados por participar en las protestas.

Uno de los casos más conocidos es Yoan de la Cruz, joven gay de San Antonio de los Baños, preso desde julio de 2021 y condenado a 6 años por «desorden público y desacato», según informó su familia.

Brenda Díaz García, una mujer trans, también ha sido procesada por su participación en las protestas de Güira de Melena,provincia de Artemisa. Ella fue acusada de «desórdenes públicos y sabotaje» supuestamente por lanzar piedras durante las protestas. Su familia niega la acusación.

En Cuba no existen protocolos de atención para las LGTBIQ+ privadas de libertad. Las personas trans son internadas según el género asignado al nacer y no según su género autopercibido. Díaz García lleva meses presa en un centro para hombres, informó un familiar.

Mujeres trans entrevistadas por Tremenda Nota el 11 de julio de 2021

La identidad de género, otra razón para marchar

En la ciudad de Holguín, Vivian se unió a las protestas del 11J. Al igual que Raúl, utiliza este seudónimo para protegerse de represalias.

«No podía quedarme en mi casa mientras todo el mundo estaba en la calle. No tiré piedras, solo grité y marché. Cuando la policía empezó a ponerse más pesada me fui. Bastante difícil lo tengo yo como para caer presa», dice Vivian.

Es una mujer trans que se dedica al trabajo sexual.

«Yo estoy un poco cansada del “ahora sí y ahora no” del gobierno», comenta en relación con el matrimonio LGBTIQ+.

«Hace poco fue lo mismo con el tema de las escuelas», agrega.

Se refiere a un programa de educación sexual que diseñó el Ministerio de Educación y finalmente no entró en vigor tras la presión de varios grupos cristianos.

Vivian comenzó su proceso de transición a los 17 años. La primera vez que usó una saya fue en un turno de educación física. El profesor la mandó de regreso a su casa. A la mañana siguiente recibió burlas y hostigamiento por parte de compañeros y profesores. Vivian no terminó su preuniversitario.

«Yo siempre quise ser maestra, pero aquello que me pasó en el “pre” me cambió hasta mis sueños. Tuve que coger la calle, al final todas terminamos ahí. La casa era otro infierno, vivía sola con mi mamá y ella nunca me aceptó», recuerda.

El trabajo sexual es una de las pocas opciones para las mujeres trans en Cuba. Solo algunas acceden a un trabajo estable, muchas veces como auxiliares de limpieza en centros de salud.

Yessica, una mujer trans de La Habana de 24 años quien pidió ser nombrada con este seudónimo, se manifestó el 11J en el municipio de Diez de Octubre.

Uno de los motivos que impulsaron a Yessica a manifestarse fueron sus dificultades para acceder al tratamiento hormonal que necesita pues el Cenesex solo proporciona una parte.«Las demás pastillas las tienes que buscar por tu cuenta», dice.

La crisis económica que afecta al país, agravada por la pandemia, redujo la disponibilidad de medicamentos y obligó a personas trans a parar el proceso o buscar medicamentos alternativos.

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