Un policía “dialoga” con integrantes de la marcha independiente LGBT+ del 11 de mayo de 2019 en La Habana, Cuba.
«No. Ese día no ocurrió. No pasó nada el 11 de mayo de 2019». Así le respondió al coordinador de este dossier uno de los representantes del Cenesex, cuando se le invitó a dar su versión de los hechos para añadirla a este conjunto de memorias, opiniones e interrogantes acerca de lo que el año pasado, a las 4 de la tarde, tuvo su origen en el Parque Central de La Habana. Allí, convocados a través de las redes sociales, un conjunto numeroso de personas —no los «cuatro gatos» que luego mencionaron a disgusto los funcionarios de esa misma institución— decidieron emprender una marcha pacífica en pro de sus derechos como rostros de la comunidad cubana LGBTI+.
La noticia de su muerte me impactó. Tras años de oír su nombre, verla bailar, saberla cada vez menos capacitada para hacer lo que mejor hizo en vida: estar en el escenario; ahora de pronto Alicia Alonso fallecía.
Oigo todos los criterios y aprendo a respetarlos, porque provienen de un dolor y una desilusión que arrasa con lo que muchos, hasta hace unos días, esperaban a la vuelta de sus mayores afirmaciones. No sé si se ha calculado, sopesado, ese dolor, esa decepción, y el profundo daño que puede causar en quienes apostaban por una Constitución más inclusiva.