Yo no soy gorda. Aunque nací con 10 libras y 4 onzas de peso, desde los 3 años soy flaca. Muy flaca. Mi madre cree que fue mal de ojo. Una compañera de trabajo suya un día mientras me veía almorzar deseó que su hija tuviera tan buen apetito como yo. Según mi mamá, a partir de ese momento me puse melindrosa para comer y empecé a bajar de peso. No sé lo que es vivir en un cuerpo gordo.
Junio es el mes del «Orgullo LGBTIQ+». Se celebra en conmemoración a los disturbios que se iniciaron en el bar Stonewall, de Nueva York, en la madrugada del 28 de junio de 1969.
De niña me llevaban todos los años al santuario de El Rincón. Mi mamá le había prometido a San Lázaro llevarle siempre flores, velas y un puñado de kilos a cambio de salud para nuestros huesos y piernas. Año tras año, caminábamos desde el paradero de Santiago de Las Vegas hasta el Santuario. Fue en ese peregrinaje donde me nació el miedo a entrar en contacto con personas seropositivas y donde le puse rostros al Sida.
Luis Manuel Otero Alcántara en su performance “Welcome to Yumas” (Foto: Cortesía del artista con la revista Artishock)
A Luis Manuel Otero Alcántara lo hemos visto lo mismo envuelto en la bandera nacional que con el símbolo de las feministas. Ahora aparece, por supuesto en menor grado y sin ser probablemente su voluntad, envuelto en otro dilema de banderas.
A mí ya me habían interrogado antes, lo que nunca en plena calle, bajo el sol, rodeada por cinco tipos que nunca se identificaron ni dejaron de irrespetar mi identidad trans. Tampoco lo había hecho público anteriormente.